La llegada de un hijo cambia por completo la vida de sus padres, ¡imagínate si son dos! ¿Y qué pasa cuando esas dos nuevas personitas llegan al seno de una familia numerosa, que además cuenta con decenas de amigos?
Momentos de risa, de alegría, otros de total asombro, sorpresas, visitas inesperadas… Y mucha, muchísima ilusión es lo que encontrarás en Días de ilusión, 1, el primero de una serie de relatos a través de los cuales me propongo capturar lo que pasa en la vida de Andy y Dylan (y su familia y amigos -moteros y no moteros-, por supuesto) tras el esperado nacimiento de sus mellizas.
Miércoles, 20 de julio de 2011.
Centro hospitalario.
Ciudadela, Menorca.
Dylan se sentó sobre la tapa del inodoro y soltó el aire en una larga exhalación. Como si eso hubiera puesto en marcha sus engranajes emocionales, sintió que se le cerraba la garganta y sus ojos se humedecían.
Era el primer momento a solas desde que habían nacido sus hijas. El primer momento sin necesidad de fingir que no estaba atenazado por el miedo y la preocupación. El primer momento en el que no estaba expuesto al escrutinio de otros. No había médicas picándolo con sus pullas por la osadía de no querer dejar sola a su mujer. Ni enfermeras coqueteando con él. De tapadillo, claro, en plan de broma. Como si él estuviera para tonterías... O como si la mujer que estaba desgañitándose de dolor en la camilla no fuera su mujer... Tampoco había sanitarios hombres dándole la enhorabuena por haberse convertido en padre para un minuto después aconsejarle que se preparara para no volver a dormir tranquilo hasta que sus hijas hubieran alcanzado la mayoría de edad.
Estaba solo en aquel vestuario, después de haberse quitado el pijama con el que había entrado al quirófano y vestirse con su propia ropa. Solo consigo mismo y unas emociones que lo estaban sacudiendo. Todavía sentía el tacto de la piel increíblemente suave de Coral, el calor de su cuerpecito... El recuerdo de los berridos de Zoe dejando claro que ya había llegado al mundo y estaba decidida a que todos se enteraran... La imagen de Andy sosteniéndola en sus brazos... Dios. No olvidaría ese día mientras viviera. Un día de infarto, desde luego. Horas de dolor, de presenciar el sufrimiento de Andy con un nivel de impotencia que nunca había creído posible, seguido de minutos de gloria... Ver a esos dos seres pequeñitos, poder tocarlos y comprobar que eran reales. Oír sus protestas, apasionadas en el caso de Zoe, suaves pero igualmente evidentes en el caso de Coral... Saber que eran suyas, sus hijas. Carne de su carne... Dios.
Soy padre.
—¡SOY PADRE! —exclamó.
Y como el acto de liberación suprema que llevaba horas esperando y necesitaba más que el aire, sus lágrimas empezaron a correr mejilla abajo mientras Dylan reía de pura felicidad.
* * *
Después de refrescarse la cara, Dylan puso rumbo a la sala de espera. Comprobó su móvil y al ver la ristra de llamadas perdidas y mensajes recibidos, volvió a guardarlo. Entre ellos había algunas de Domènech Oriol y otra de Thomas, su ingeniero a pie de obra, pero le dio igual. Ya se ocuparía de eso en otro momento. Ahora sabía lo que le esperaba; lidiar con la jauría e intentar evitar que sitiaran la habitación de Andy. No quería ser duro con nadie. Sabía que el nacimiento de sus mellizas era un acontecimiento muy deseado y que querían celebrarlo junto a ella. Pero Andy tenía que dormir y recuperarse. Sus hijas recién nacidas la necesitaban en forma. Y él también. Necesitaba desesperadamente volver a ver sus mejillas rozagantes y su chispeante mirada llena de vida.
Cuando al fin llegó a la sala le sorprendió ver que solo estaban los mismos que al llegar de madrugada; su padre, su cuñado, la madre de Andy y Jaume. Pensó que era raro que no hubiera nadie más, pero la reacción de Danny concentró toda su atención, alejando aquel pensamiento de su mente.
—¿Cómo está mi hermana? ¿Y las niñas? —El chico había saltado de su asiento y había ido a su encuentro. Estaba pálido como un muerto y su tono de preocupación sonó tan rayano en el miedo que a Dylan le dio pena.
—Tranquilo, hombre. Tu hermana está bien. Ahora, seguramente esté descansando —vio que el muchacho soltaba un suspiro y que una sonrisa se abría paso lentamente en su rostro—. Y las niñas... ¡Hermosas y sanas!
—¡Qué regalo tan grande! —intervino Brennan—. ¡Enhorabuena, Dylen!
Padre e hijo se fundieron en un abrazo.
—Gracias, papá... Estoy que no me lo creo...
—¡Ay, Dios mío, gracias! —balbuceó Anna—. ¿En serio, está bien? Seguro que mi niña tiene que haber sufrido mucho... —volvió a decir de forma entre cortada.
—Claro que está bien —intervino Jaume, poniéndose de rodillas a su lado—. Es hija tuya, la persona más fuerte que conozco, ¿cómo no va a estar bien, mujer?
Dylan también se agachó frente a Anna.
—Andy está bien y las niñas también... Yo no tanto —dijo haciéndose el gracioso—. ¡Ha sido una experiencia terrorífica!
Anna le acarició la barbilla.
—Mi hija tiene mucha suerte de tenerte, querido irlandés... —sorbió por la nariz mientras las lágrimas continuaron anegando sus mejillas—. Vales tu peso en oro... Eres un gran hombre.
Dylan le ofreció una sonrisa. No era la primera vez que Anna le decía algo así. Hoy, sin embargo, no se sentía nada merecedor de esos cumplidos. En toda aquella historia había alguien verdaderamente grande, y no era él.
—Después de lo de hoy... No sé, Anna. Tu hija es... —La emoción había regresado y Dylan tuvo que centrarse en no perder la compostura, a pesar de lo cual sus ojos brillaron sospechosamente—. Tu hija es una auténtica máquina. Una fuerza de la naturaleza. Hoy me ha dejado asombrado. He alucinado de verdad.
—Andy es mucha Andy. Pero tú eres mucho tú. Sois una pareja ideal… Que sepas que me siento muy honrada de ser tu suegra. —En un intento de cortar la emoción, sonrió con picardía—. Tranquilo, está permitido que no sientas lo mismo. Y como la buenísima suegra que soy, no te lo tendré en cuenta.
Todos festejaron la broma en mitad de un momento tan emotivo. Brennan fue el primero en retomar la conversación en busca de la información que a todos más les interesaba. Después de saber que Andy estaba bien, tocaba hablar de las mellizas.
—¿Y esas niñas? ¿Cómo son? Ya sé que son preciosas, pero danos detalles... ¿Cuándo podremos verlas?
Dylan seguía de cuclillas cerca de Anna cuando dijo:
—A ver, primero decidme una cosa... ¿Dónde están los demás?
Jaume se rió pero no dijo nada. Brennan sonrió y apartó la mirada. Fue Danny el que se explayó.
—A tu suegra, aquí presente, le dio un pronto y envió a todo el mundo a hacer puñetas... —Tras lo cual, miró a su madre brevemente.
El tono empleado por Danny no era aprobatorio, pero Dylan (y todos, en realidad) sabían que el joven no veía con buenos ojos el talante metomentodo de su familia española por lo que, aunque no lo reconocía abiertamente, estaba totalmente de acuerdo con lo hecho y dicho por su madre.
Dylan miró a Anna con una especie de sonrisa. ¿No tendría que ponerse los guantes de boxeo aquel día? ¡No se lo podía creer!
—Mi familia puede ser una auténtica pesadez cuando se lo propone y no tenéis por qué aguantarlos. Hoy no es un día para tolerar ñoñerías. Además, que yo sepa, ayer Andy le dijo a su abuelo claramente que no quería volver a verlo en su casa hasta que se lo pidiera. Y creo que es extensible a cualquier lugar donde ella esté. ¿Se lo ha pedido? —dijo mirando a Dylan, pero se contestó a sí misma—: Pues no. No, que yo sepa. Les he dicho que vinieran más tarde. Mi hija necesita descansar y los demás también.
—¡Qué bien me caes, querida suegra! —exclamó Dylan.
Y todos se echaron a reír.
* * *
Después del momento de risas, Dylan cayó en la cuenta de que allí faltaba alguien.
—¿Y mi gordita? —preguntó. El carrito estaba vacío y no había rastro de Luz por ningún lado—. Con las ganas que tengo de verla...
—Está con Neus —repuso Brennan—. Enseguida vienen. Pidió ir al baño. No sabemos si para usar el inodoro o porque ya había hecho uso del pañal —Sonrió con picardía. Aunque la pequeña ya se estaba acostumbrando a usar su orinal, aquel día era muy distinto a los demás, sus padres no habían querido arriesgarse.
—Sí —dijo Anna—, está con mi hermana.
En aquel momento, Luz que venía con Neus, echó a correr al ver a su padre.
—¡Papi, papi!
Dylan la esperaba con los brazos abiertos y el encuentro fue tierno. Él la estrechó fuerte, se puso de pie y dio un par de vueltas sobre sí mismo. La niña, como era habitual, mostraba sus dientecitos al mundo.
—¡Enhorabuena, sobrino! Tienes cara de felicidad, así que ya debe haber pasado el mal rato —exclamó Neus, dándole un buen abrazo a Dylan rodeando también a la pequeña de la casa—. Lo de «rato» es una forma de decir. Porque seguro que a mi sobrina le debió parecer eterno... ¿Cómo está Andy?
—Bien, muy bien... Agotada y dolorida, ya sabes cómo es esto —vio que las dos mujeres presentes asentían enfáticamente—, pero bien. Y las niñas... —Su rostro se iluminó con una sonrisa de padre orgulloso— son un sueño de bonitas... Zoe da unos berridos que te dejan sordo y Coral es dulce hasta para gruñir... Son blancas, blancas, blancas... Tienen una pelusilla rubia en la cabeza y en los brazos... Zoe tiene unos ojazos y lo mira todo superatenta... Coral todavía se está haciendo a la idea de que ha tenido que dejar su camita y venir a conocernos... Son increíbles... Tan tiernas… ¡Estoy enamorado! —y coronó aquel desgranar de adjetivos con una risita culpable.
—¡Y qué va a decir su padre! —intervino Jaume, recibiendo de buen grado tanta emoción de aquel hombretón de aspecto duro—. Ven aquí, que te doy un abrazo. Que con la emoción se me ha olvidado...
Una vez más el abrazo rodeó también a Luz, algo que la niña encontró divertido. Lo demostró soltando una de sus risitas contagiosas.
—Ay, mi nena... —reaccionó Dylan, achuchándola—. Qué ganas tenía de verte... Mami está en una habitación... Ahora vamos a ir a verla, ¿quieres?
—¡Sííííí! —repuso la pequeña asintiendo una y otra vez con la cabeza.
—Y también vamos a ver a tus hermanas... Vas a poder darles un beso... Son muy pequeñitas, ¿sabes?
Vio que Luz lo miraba con sus grandes ojos grises. Pensó que seguramente no entendía lo que él le estaba diciendo. Llevaba meses oyendo hablar de sus hermanas, ella misma les hablaba en su media lengua a través de la barriga de su madre. Y ahora estaban fuera del vientre materno, compartiendo su mundo. Se preguntó qué sentiría al verlas.
—Tú eres muy grande ya... Grande y hermosa —volvió a apretarla contra su pecho—. ¡Qué ganas tenía de verte, Luz…! Mami también quiere verte. Vamos con ella, ¿quieres?
A la niña se le iluminó la cara.
—¡Sííííí… Vamo con mami! —exclamó al tiempo que se movía arriba y abajo sobre los brazos de su padre, como si se estuviera columpiando.
—Luz y yo vamos a ver si ya han llevado a Andy a su habitación y os mando un wasap. —Entonces, vio la cara de ansiedad de Danny y se compadeció de él—. Ven, tío. No quiero que te dé un infarto. Pero, sin dramas, que tu hermana ya bastante sensible está. La ves, la abrazas y le cedes el lugar a tu madre, ¿de acuerdo?
—¡Lo que tú digas, tío! —exclamó Danny, agradecido, y corrió a su lado.
Dylan le hizo un guiño a su suegra.
—En cuanto esté en la habitación, te aviso.
—Y en cuanto hayas visto a tu hija —intervino Jaume que otra vez se había puesto de cuclillas frente a ella—, te llevo a casa para que descanses. Necesitas dormir, mujer.
—¿Y tú crees que podré dormir? Estoy tan emocionada, Jaume... Tan agradecida de que la vida me esté dando la oportunidad de disfrutar de mi hija y de mis nietas...
Jaume le dedicó una mirada cargada de amor.
—Claro que podrás, preciosa... Porque sabes que cuanto más descanses, más podrás disfrutar de tu hija y de tus nietas. Y cuanto más disfrutes tú, más feliz soy yo.
—Quédate tranquilo. En cuanto haya visto con mis propios ojos que mi hija está bien y haya babeado un rato contemplando a mis nietas extasiada —admitió con una sonrisa de abuela—, dejaré que me lleves a casa y descansaré. ¿De acuerdo?
Él se inclinó y la besó en los labios.
—De acuerdo.
Neus se echó a reír, devolviendo a la pareja al aquí y ahora.
—No es por nada, pero sois insoportables... Ojo, lo digo con mucho cariño, ¿eh? —bromeó. [...]
©️ 2024. Patricia Sutherland
«Días de ilusión, 1».
(Fragmento)
Si eres miembro, pincha el enlace para iniciar sesión con tu usuario y contraseña, y disfrutar del relato completo online ¡o descargarlo, si lo prefieres!
Si aún no eres miembro… ¿a qué estás esperando? Club Románticas es el lugar ideal para las lectoras que siempre quieren más de sus personajes favoritos de mis series, solo tiene ventajas y con tantas cosas por contar de los personajes que ya conoces y tantos otros nuevos esperando su turno para salir a escena, ¡esto no ha hecho más que empezar!
Club Románticas (Original)
Contenidos digitales (ebook)
18,99 € / Cuota anual
Club Románticas (Original) Premium
Contenidos digitales + versión impresa
33,99 € / Cuota anual