VOLVER A EMPEZAR
LA HISTORIA DE JANA Y DECLAN

Una historia basada en esta escena de la novela romántica
Los moteros del MidWay, HEA (Happily Ever After)


Capítulo 1


Sábado, 14 de marzo de 2015

Salón Dewar del castillo.

Highlands, Escocia.


Aquel día todo estaba resultando distinto de lo que a priori prometía y, de alguna manera, Jana se sentía inquieta, ansiosa. Expectante.

Había llegado a Escocia un poco por obligación, convencida de que la intención oculta en la petición de Harley era lograr que Declan y ella estuvieran en un mismo lugar en un mismo momento, que no pudieran evitarse más. Y, en su lugar, había acabado oficiando de madrina de una boda de la que ni siquiera la propia novia sabía nada. Un momento especial que había logrado contagiarla de su magia, de esa sensación de que todo era posible. Porque, desde luego, si no lo era, lo parecía. Si era posible que un hombre famoso por ser hiperceloso de su vida privada como Brandon Baxter-Cox se descolgara con una boda pública en un castillo escocés, rebosante de magia y misterio, tan acorde a su personalidad, ¿qué no lo sería? De pronto, todo parecía posible. Realizable. Al alcance de la mano.

Y luego estaba Declan…

Había sido una sorpresa verlo. Después de tantas horas sin que él diera señales de vida, había creído que al final había decidido no asistir. Por más guardaespaldas del novio que fuera, su vida no corría ningún peligro en un lugar como aquel. Eran muy buenos amigos y seguramente Brandon no se habría tomado a mal que él prefiriera no volver a tener que verse las caras con ella. ¿Por qué otra razón si no, habría decidido no dejar que nadie le viera el pelo aquel fin de semana?

Pero cuando ya se había resignado a que no lo vería, Declan había entrado por la puerta grande. Nunca tan bien dicho; había llegado acompañado de la familia de Harley y de todo el personal del estudio de tatuaje de B.B.Cox, a los que había guiado situándose en cabeza del grupo y, según exigía la etiqueta, con ropa de época, vistiendo como el mismísimo Señor Darcy.

Decir que estaba imponente era quedarse cortísima.

Y ahora, al fin, lo tenía allí. No en un extremo del salón, sino enfrente, al otro lado de la mesa nupcial, que compartían con los padres de Harley y los de Brandon.

Jana exhaló un suspiro. Era un día de emociones encontradas. Por un lado, estaba en un lugar de ensueño, asistiendo a la boda sorpresa de su mejor amiga, alguien a quien consideraba su única familia. Todos los invitados habían tenido que asistir vestidos de época, así que, en cierto modo, era como ser alguien distinto por un día. Estaba feliz por Harley. Feliz de verdad. Se merecía lo mejor en la vida y Brandon, sin duda, lo era.

Por otro lado… Estar allí y presenciar la felicidad ajena, no hacía más que recordarle sus propios fracasos, su propia soledad. 

La última vez que Declan y ella habían estado cara a cara regresó a su mente y con los recuerdos, también la frustración y la rabia…

Él se había presentado en su casa usando el pasadizo secreto que la unía con la de Brandon. En ese momento ella estaba con Harley que, para no variar, había ido a intentar sonsacarle qué pasaba entre Declan y ella. Por lo visto, él se había enterado de por qué Harley estaba allí y le había dicho con todas las palabras que si no hablaba con él de lo sucedido, no le permitiría que lo hiciera con nadie más. ¡Lo que le faltaba! Eso había conseguido sacarla de sus casillas. Total, que ninguno de los dos se había cortado y la discusión había pasado a mayores. Las mutuas acusaciones iban y venían como en un partido de ping pong y, llegado un punto, su enfado era tal que ella le había soltado lo que se había prometido a sí misma que nunca le diría; que lo había visto del brazo de su azafata. A Declan se le había cambiado la cara. Su vozarrón todavía le retumbaba en los oídos.

«¡A ver, espera un momento! ¿La neerlandesa ultraliberal, partidaria del «todo vale mientras los dos estemos de acuerdo», me está diciendo ahora que no habla conmigo porque cuando fue a hacerlo me encontró con otra mujer? ¡Esto tiene que ser una puta broma! ¡Me dejaste, Jana! Rompiste conmigo sin más y desde entonces me has evitado por activa y por pasiva… ¡Joder, esto es increíble! ¡Podría tirarme al puto equipo olímpico de baloncesto, si me diera la gana…! Y aún así, seguiría teniendo todo el derecho del mundo a exigirte que dieras la cara… No seré tan liberal como tú, pero soy lo bastante decente para saber que no cortas con alguien con quien has mantenido una relación durante cuatro años sin dar la cara. Así que hazme un favor, ahórrame este numerito de novia despechada. No te pega nada».

Vergüenza, rabia, frustración y unos celos inauditos le habían puesto la respuesta en la punta de lengua; «será un placer». Tras lo cual, se había dado media vuelta y se había largado.

Había obrado por impulso, claro. Entonces, todavía creía que lo mejor era que cada uno siguiera con su vida por su lado. 

Pero ahora…

Él estaba allí, frente a ella y cada minuto que pasaba, se le hacía más y más difícil evitar su mirada. Estaba tan segura de que él podría leer en ella y darse cuenta de lo afectada que estaba por los sucesos del día… Y por volver a verlo.

«No solo por volver a verlo», se dijo.

Su voluntad flaqueaba. Hasta el momento, se había mantenido firme en su decisión de pasar página sin más, pero no había sentido en ningún momento que eso la aliviara. Más bien, al contrario. Mientras había tenido la insistencia de Declan reclamándole una explicación, la rabia y los celos que sentía habían acaparado toda su atención, escondiendo sus verdaderos sentimientos. Pero la última vez que habían estado frente a frente, él había dado un paso atrás. Se había retirado de la ofensiva. Y desde entonces, lo único que acaparaba la atención de Jana era su propia desazón. Nada estaba resultando como ella esperaba. La aparente aceptación y la distancia que él estaba imponiendo le hacían muchísimo daño.

Simplemente, Declan era demasiado importante para ella.


* * * * *


Declan intentaba estar a la altura de las circunstancias. Era un día especial para su gran amigo y, aunque desde el principio hubiera intentado escaquearse de asistir para no tener que verse las caras con Jana, lo cierto era que se alegraba mucho de que Brandon y Harley acabaran de coronar sus seis años de relación sentimental con un casamiento público. Romanticismo al margen, para él habían sido seis años de hacer filigranas para mantener los objetivos de los fotógrafos y reporteros alejados de la pareja. Seis años rogando por que ninguno de los dos cometiera algún error que dejara al descubierto que su tan cacareada «solo tenemos una relación profesional» era una gran mentira, la prensa enloqueciera y él no fuera capaz de evitar que su seguridad o la de Harley corrieran peligro. Un guardaespaldas tenía poco que hacer frente a una multitud exaltada. Que se hubieran casado, de alguna manera, facilitaría su trabajo en el futuro. Una vez que pasara la efervescencia inicial, cuando ellos dieran a conocer la noticia, las cosas volverían a su cauce y él ya no tendría que preocuparse más.

Tenía muchísimas razones para mantener el tipo, pero había sido ver a Jana y…

Ya no podía más con esa situación.

Ya no quería pasar un día más sin sin saber de ella. 

Ya no podía con la idea de tener que estar un día más sin ella.

Estar sin Jana no era vivir. Así de simple. 

Y ahora que la tenía al otro lado de la mesa, preciosa con su vestido color pastel y su pelo recogido en un moño con una redecilla enhebrada en pedrería.

Debería estar cabreado por todo el daño que le estaba haciendo con su cabezonería, con su silencio. ¿Cortar con él sin darle ninguna explicación? Dejando a un lado los corcoveos que seguía dando su amor propio, era de un egoísmo supino. Pero a pesar de todos los pesares… 

Mantenerse a distancia le estaba resultando cada vez más difícil. Porque aunque al final se hubiera avenido a a acatar lo que Jana exigía, nunca lo había deseado. De hecho, cada día que pasaba se rebelaba más ante una situación que le parecía ridícula. Pensara lo que pensara Jana, él no tenía ninguna duda acerca de sus sentimientos. A él no lo engañaba. No entendía qué había sucedido para que ella cortara drásticamente la relación, pero que no salieran juntos, no implicaba que sus sentimientos hubieran cambiado. Aunque nunca los hubieran verbalizado, ambos los sentían.

Además, volver a verla, tenerla tan cerca, era un arma de doble filo. Porque, por un lado, entendía que le correspondía a ella mover ficha. Y no era una cuestión de orgullo, como decía Brandon. O quizás, sí. Al principio, ya no. Le correspondía a Jana porque había sido ella quien había exigido un final y que él moviera ficha podía interpretarse como que estaba intentando imponer su voluntad. Algo que con el bagaje sentimental de Jana no era lo más recomendable. 

Pero Declan ya no era el mismo hombre de antes. 

Había intentado volver a serlo por pura desesperación y había comprobado sobradamente que la razón por la cual ya no lo era, estaba sentada directamente al otro lado de la mesa, frente a él. 

Jana era la razón de que él hubiera abandonado su vida de solterón impenitente. 

Jana era la razón de que los últimos cuatro años, su vida hubiera tomado un sentido que nunca antes había tenido. Una vida en la que había expectativas, planes, y, aunque resultara extraño en un tipo curtido como él, también ilusión. Los últimos dos años de la vida de su padre enfermo de Alzheimer habían sido terribles, y si la dura situación no había acabado con su cordura, la razón era Jana. Junto a ella había aprendido el valor de saber que alguien le estaba esperando al final del día, que podía contar con ella para lo bueno y para lo malo.

Y ahora, ya no estaba dispuesto a dejarla marchar sin luchar.

¿Pero acaso había alguna forma de seguir luchando sin llevarse por delante la decisión que Jana había tomado? ¿Sin que pareciera que él estaba intentando imponer su voluntad?

Era de locos, pensó con impotencia. Una situación sencillamente imposible. 



©️ 2023. Patricia Sutherland
Todos los derechos reservados.



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