VOLVER A EMPEZAR
LA HISTORIA DE JANA Y DECLAN

Una historia basada en esta escena de la novela romántica
Los moteros del MidWay, HEA (Happily Ever After)


Capítulo 4


Madrugada del domingo…


Era la primera vez en su vida que, después de pasar toda la velada junto a una mujer, Declan se iba a la cama solo. Pero cuando la mujer en cuestión era Jana, todo era posible. Hasta que él, a sus años, se comportara como un novicio.

Estaba tan desesperado por recuperarla que estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta. Todo. Lo que fuera. Le daba igual qué.

Sabía que ella había dado por hecho que él intentaría algún avance íntimo antes de que finalizara la velada. Era su estilo y ella lo conocía muy bien. Así que Declan había hecho justo lo contrario. Conversar, bailar, reír… Pero nada más. 

Tampoco era que hubiera tenido mucho tiempo para ser el de siempre. Después de llevar a Harley y a Brandon a una isla cercana donde pasarían la noche de bodas y unos días de luna de miel, había regresado al hotel a las mil y monas… Tan loco por ver a Jana, como consciente de que debía dejarlo estar. Y mucho más consciente aún de que apenas dormiría unas horas.  A las siete tenía que ponerse en marcha otra vez para llevar a los padres de Brandon y a los padres de Harley de regreso a Londres, ya que el vuelo de los Reynolds con destino a París salía al mediodía. Y eso solo sería el principio de otro día interminable yendo y viniendo con Hugo. Él no estaba de luna de miel, sino en la ciudad con su agenda habitual de mil actividades. Solo que esta vez, su padre no estaría al pie del cañón, ejerciendo de chófer. Sería él quien tendría que hacerlo. 

Joder. Qué ganas de que la luna de miel se acabe de una vez y Brandon vuelva a hacerse cargo del crío…

Solo así podría dedicarse a lo que de verdad quería; Jana. Re-conquistarla. O lo que fuera que tuviera que hacer para recuperar lo que tenían hasta enero, cuando todo se había ido al garete aún ignoraba el porqué.

Lo que sí sabía era que debía dar tiempo al tiempo. No debía forzar la marcha con Jana. 

Lo sabía, sí, pero necesitaba ganar terreno. Que ella siguiera pensando en él como en este nuevo Declan, no como en el Declan que había hecho dios sabía qué y había acabado asustándola tanto como para cortar por lo sano.

Vamos, tío, activa la sesera y piensa en algo.  

Una sonrisa iluminó su rostro cuando la idea apareció en su mente. No era una idea perfecta. Desde luego, no era lo que más le apetecía en el mundo. 

Pero serviría.

O, al menos, en eso confiaba.

 

* * * * *


Jana estaba acabando de maquillarse cuando escuchó que golpeaban la puerta de su habitación. Se le aceleró el corazón al pensar que sería Declan. Y un instante después se llamó idiota. No podía ser él. En primer lugar, no sería tan tonto de jugar una carta tan arriesgada presentándose en su habitación sin ser invitado. En segundo lugar, estaría camino del aeropuerto con la familia de Brandon y la de Harley. Pero, claro, cómo no, su primer pensamiento había sido él. Salvo las pocas horas que había podido dormir, el resto del tiempo no había podido apartarlo de su mente.  

Dejó el aplicador del rímel sobre la repisa de la pileta y después de echarse un vistazo para asegurarse de que todo estaba como debía, se dirigió a la puerta.

Al otro lado no estaba Declan sino un empleado del hotel con una bandeja en las manos.

—Buenos días, señorita de Veen. Le traigo el desayuno.

—Yo no he pedido nada…

—El señor Keegan dejó instrucciones en recepción. Es el huésped de la habitación 5. Nos dio instrucciones detalladas —dijo el hombre señalando la variedad de cosas que portaba en la bandeja.

Fue oír su apellido y sentir que el corazón se lanzaba a latir desaforadamente. Jana tuvo que admitir que no solo se debía a eso; sus ojos tomaron contacto con la hermosa rosa roja que había junto a la enorme porción de tarta de chocolate. Si había una flor… ¿habría un mensaje? 

Exhaló un suspiro sin darse cuenta y abrió la puerta del todo para que el camarero pudiera entrar.

El hombre sonrió. A Jana le pareció que había cierta picardía en sus ojos.

—¿Habló con usted? —se animó a preguntarle.

No solo había hablado con él, también le había dado una generosa propina por su total discreción.

—No, señorita —repuso después de dejar la bandeja sobre la mesa del desayuno—. Espero que lo disfrute. Desde luego, es un señor desayuno.

Jana esperó a que el camarero cerrara la puerta para husmear en la bandeja. La flor era preciosa y cumplía su misión, pero…

Soltó un suspiro de alivio al ver el pequeño sobre celeste con el identificativo del hotel apoyado contra la jarra de café. Lo cogió enseguida y extrajo el folio manuscrito que había dentro. Leyó:


«El café es para ayudarte a que espabiles y el chocolate para que me perdones por lo poco que pude ocuparme de ti ayer. Dicen que la bromelaína estimula los centros de placer, así que… Todo lo demás es por si te levantas con hambre de verdad.

Hoy también tengo un día bastante liado, pero si me dices a qué hora llega tu vuelo a Londres, me las arreglaré para recogerte.

Un beso. D.

PD: El ancianito lo pasó de lujo anoche… Y yo también ;)».


Jana no era consciente de cuándo exactamente había empezado a sonreír. Lo que sabía, de lo que era perfectamente consciente ahora, era de que pasaría el resto del día sonriendo. Declan siempre se las ingeniaba para llenarle el estómago de mariposas.

En realidad, no siempre había sido así. Había habido un tiempo en el que no se toleraban y ninguno de los dos hacía el menor esfuerzo por disimularlo.

El miedo, sin embargo, no tardó en hacer acto de presencia ensombreciendo el rostro de Jana. 

Caía sobre ella de forma inesperada, como una sombra, oscureciéndolo todo. Un minuto se creía la reina del mundo. Al siguiente, era un ser gris y temeroso que desconfiaba de todo. 

Volvió a plegar el folio y lo guardó en el sobre, que dejó donde estaba antes. 

No le diría a Declan en qué vuelo llegaba. No estaba preparada para hablar de la razón de su ruptura. Ni sabía cuándo lo estaría. De hecho, ni si lo estaría alguna vez. 

Lo que sí sabía, sin ningún género de dudas, era que Declan era un buen hombre y no tenía derecho a hacerlo sufrir.

 



©️ 2024. Patricia Sutherland
Todos los derechos reservados.



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