Primer amor




2




     Cuando llegó al rancho Brady faltando un par de minutos para las cinco y Eileen la guió hasta el salón donde una veintena de críos movían el esqueleto al compás de "Sweet Home Alabama", Gillian hacía el monigote con Timmy, exagerando los pasos como si fuera una niña más. Ni bien vio a Shannon se acercó a ella, le plantó dos besos y se presentó mientras la guiaba hacia la improvisada pista de baile para que se sumara al resto de los bailarines. Shannon conectó con ella al segundo de conocerla.

     El amplio salón principal de la casa estilo victoriana, parecía mucho más grande ahora que habían retirado los muebles para hacer sitio al juego. Y mucho más entrañable, lleno de guirnaldas y globos de colores.

     —Ven que te presento al resto de la familia.

     Shannon volvió la cabeza. Gillian, sonriente, le ofrecía la mano para que la siguiera.

     —Estás a punto de conocer tres auténticos bellezones sureños —le dijo en tono de confidencia—. Así que prepárate, pequeña.

     Tirando de Shannon y echándole miradas cómplices, Gillian atravesó el salón hasta los sillones junto al gran ventanal que daba al jardín, donde dos hombres y una mujer charlaban con John.

     —Yo me encargo, gracias —interrumpió Mark, aparecido de la nada mientras apartaba a Gillian por los hombros. Shannon lo miró algo sorprendida, él le guiñó un ojo.

     —¿Tú no estabas ayudando a tu madre en la cocina? —preguntó Gillian.

     Mark asintió.

     —Y ahora estoy aquí, haciendo las presentaciones —dijo mirando a Shannon con su media sonrisa seductora—. A ver familia, un momentito de atención por favor...

     Vaqueros desgastados y camisa negra, botas tejanas color crudo. Y esa locura de rizos dorados. No le hacía falta pedir atención para tenerla.

     —Esta señorita es...

     —Ya sé quien es, Mark —dijo Shannon, y sonrió a Mandy—. Eres mucho más guapa que en las fotos ¡y en las fotos sales fabulosa!

     Los cinco rieron el comentario espontáneo, Mandy además agradeció el cumplido. —Gracias, oye, los días que esté baja de forma ya sé a quién tengo que llamar para que me levante el ánimo...

     —Seguro que tu chico se encarga de eso estupendamente bien —dijo Gillian, tomando a Jordan del brazo.

     Y qué chico. Aquel sí que era una auténtica belleza sureña, pensó Shannon mientras le estrechaba la mano ajena a la presencia de otros ojos, que como los suyos también valoraban; la valoraban a ella.

     Jason miraba la escena con interés. Shannon le caía bien. Había un cierto aire a Gillian en esa pelirroja.

     "Joder, Mark, ¿cuántos años tiene? Es una cría", pensó Jason.

     Tenía que ser por lo menos quince años más joven que las experimentadas maduritas que hacían la media habitual de su hermano. Miró a otra parte en un intento de que no lo vieran reír. Aquella pelirroja rellenita con cara de niña no tenía ni idea del record que estaba marcando.

     —Y este gigante forzudo… —continuó Mark. Ella volvió a adelantarse.

     —Jason Brady, quarterback de los Titanes de Tennessee. Por favor, no te levantes —dijo traviesa al tiempo que estrechaba su mano.

     Durante un momento, todos se quedaron cortados. Gillian fue la primera en captar la broma y reaccionar con una carcajada. Entonces, el ambiente se llenó de picardía y Jason se concentró en su hermano: él miraba a Shannon con su expresión inmutable de siempre. Y unos ojos especialmente brillosos.

     —¿Lo conocías?

     Shannon sonrió incrédula.

     —¿Tienes idea de la cantidad de paredes que hay en Camden decoradas con el póster de Jason Brady que apareció en la Sports News?

     —Te dije que ese póster iba a arrasar —dijo Mandy, haciéndole una carantoña a su hermano—. Estás brutal...

     Jason sabía que a Mark le iba a sentar como un tiro y eso lo hizo mucho más tentador aún. Cuando Gillian vio la picardía de la cara del quarterback, se dio la vuelta tentada de risa. John bajó la cabeza con una sonrisa que casi le ocupaba toda la cara.

     —¿Tu pared también? —preguntó Jason.

     Vio a Mark sonreír desafiante y decirle con los ojos "te voy a patear el culo". Y a Shannon soltar una carcajada tan auténtica, imposible de evitar, que no le dejó lugar a dudas: no estaba en su pared. Las miradas pícaras que se cruzaban Mandy y John tampoco dejaban lugar a dudas.

     Decían alto y claro que acababan de abrirse las apuestas.

     —Ken Bryan, lo siento, pero desde que se casó con esa inglesa me gusta menos —dijo Shannon, aludiendo a sus orígenes irlandeses—. Así que lo saqué.

     Jordan puso los ojos en blanco. —¿Pero qué le veis a ese tío?

     Las risas atronaron el salón.

     —¿Cuánto tiempo tienes? —dijo Gillian—. Podría llevar un buen rato contártelo...

     Jason se dio cuenta que Shannon no seguía la disertación sobre las virtudes del colega de profesión de Mandy que Jordan no aguantaba ver ni en pinturas. Ni siquiera los estaba mirando. Toda su atención estaba en otra escena que ocurría ahí mismo. El pequeño Timmy le decía algo al oído a Mark que, de cuclillas, lo escuchaba con expresión divertida. Cuando se puso de pie y se alejó con el niño hacia la improvisada pista de baile, la mirada de Shannon los siguió.

     Mark sacó a bailar a Jessie, la sobrinita de Jordan; Timmy a su compañera del colegio. Hacia la mitad de la canción, Mark anunció en voz alta “cambio de pareja” un segundo después de asegurarse que Timmy ya había cogido la mano de Jessie, y después de un pequeño lío de niños correteando, las nuevas parejas estuvieron dispuestas y el baile continuó. Vio a Mark guiñarle un ojo a Timmy y continuar charlando con la compañerita de colegio que antes bailaba con el niño.

     Cuando Shannon volvió su atención a la conversación que Gillian mantenía con Jordan, sus ojos se cruzaron con los de Jason.

     Y esta vez, el que sonreía sin poder evitarlo era él.



* * *


     La tarta de cumpleaños valía por sí misma de regalo. Inmensa, de chocolate y fresa, recreaba el emblema de los Los Angeles Lakers con confites azules y amarillos. La carita de Timmy era un sol cuando el salón estalló en aplausos después que él pensara su deseo y apagara las diez velitas. Un sol que Mark se dedicaba a recoger para la posteridad con su cámara de video, más feliz que los niños.

     Mientras Eileen y Mandy servían torta a los invitados, los niños se llevaron a Shannon a su habitación en la primera planta para mostrarle todos los regalos. Regalos a los que ella había contribuido con un libro sobre los mejores momentos del equipo de baloncesto preferido del cumpleañero y el último cede de Jay-Z para Matt.

     —Y esto es de Mandy —dijo Matt mientras le mostraba dos teléfonos móviles juveniles—. El azul es mío, ¿está guapo a qué sí?

     Shannon lo inspeccionó sonriendo.

     —¿Llevas a Amanda Brady de fondo? —lo vió asentir con expresión traviesa y a su hermano echarle una mirada burlona—. ¿No es un poco mayor para ti?

     Matt soltó la risa y se encogió de hombros.

     —Qué montón de regalos, ¿no? —dijo Shannon devolviéndole el móvil.

     —¡Y hay más! —dijo Matt, encantado—. Pero no podemos mostrártelos ahora, están durmiendo.

     —¿Quiénes están durmiendo?

     —Los potrillitos que nos regaló Mark —intervino Timmy con tono de no-te-enteras.

     —¡Son una pasada! —dijo Matt—. Tienes que venir de día para que podamos mostrártelos...

     —Mark los va adiestrar —continuó Timmy, orgulloso—, y los va a cuidar cuando no podamos.

     —¿Os ha dicho eso? —preguntó ella con cautela.

     Matt asintió con la cabeza. —Son nuestros, van a estar aquí para cuando podamos venir a verlos. ¿Es genial, no?

     Shannon no contestó, le parecía una locura. Los niños iban a sufrir el doble cuando tuvieran que marcharse de allí: por dejar a los Brady y también por sus dos mascotas. Porque tarde o temprano iban a tener que marcharse y donde fueran, no podrían llevárselas.

     Desde la puerta, Mark miraba la escena a través del objetivo de la cámara de video. Y le gustaba lo que entraba por su retina. Le gustaban esos críos. Y le gustaba esa pelirroja que sentada en la alfombra con las piernas cruzada como los indios, los escuchaba con total interés. Los miraba con aquellos ojos hermosos que miraban al corazón cuando enfocaban en una persona, y si eran niños además lo hacían con mucha más ternura.

     La mujer que se ocultaba detrás de un buzo negro dos tallas más grande, un peto bagger tan moderno y tan ancho, y unas zapatillas de baloncesto... Esa mujer, le gustaba muchísimo más de lo que ninguna otra le había gustado en toda su vida.

     —Deberíais estar abajo, atendiendo a vuestros invitados, colegas —dijo Mark.

     Shannon volvió la cara hacia la voz.

     —Sonríe a la cámara, guapa... —dijo él. Joder, eres preciosa.

     Y aquellos dos gamberros se estaban haciendo los sordos.

     Mark bajó la cámara y miró a los críos enarcando una ceja.

     Timmy fue el primero en reaccionar poniéndose de pie de un salto.

     —Vaaale, ya vamos.

     Matt imitó a su hermano.

     —¿Y tú? —le preguntó, pícaro, cuando pasó por su lado—. ¿Qué vas a hacer?

     —Patearte el culo si en dos segundos no estás en el salón.

     —¿Vas a quedarte aquí haciendo manitas con Shannon? —dijo, burlón, y echó a correr muerto de risa escaleras a abajo seguido de Timmy.

     Mark entró a la habitación meneando la cabeza. —Es un pillo... Un par de años más y va a ser un “desastre con piernas”.

     Shannon asintió sonriendo. Se puso de pie y recogió los regalos que había en el suelo.

     —¿Te parece buena idea lo de los caballos?

     —Sip.

     —No van a poder llevárselos en la mochila cuando tengan que marcharse —dijo ella—. ¿Tus padres están de acuerdo o no lo saben?

     Mark se cruzó de brazos y la miró desde su casi metro noventa.

     ¿Estaba cuestionándolo? Estaba plantada ahí, las manos metidas en el bolsillo trasero de sus baggers, escrutándolo con aquellos ojos preciosos.

     —¿Qué? ¿También va a perjudicar mi perfil? —preguntó él, desafiante.

     —¿Importa? Según tú, tu perfil está estupendamente... —Shannon elevó el mentón, se puso un rulo rebelde detrás de la oreja y continuó—. En algún momento van a tener que irse. Y cuando llegue ese día, van a sufrir el doble.

     Mark la miró en silencio unos instantes. Shannon se dio cuenta de que no tenía ni idea de lo que a él podía estar pasándole por la cabeza. Cuando la sonrisa desafiante se esfumaba, una expresión inmutable tomaba el relevo. Resultaba difícil saber si por la mente de su dueño pasaban ideas o improperios. Era como si, fuera lo que fuera que estuviera pensando o sintiendo, no tuviera cable a tierra, no comunicara con los músculos de su cara ni con su lenguaje corporal. Shannon detestaba aquella expresión, no podía leer en ella. Y además, estaba esa manera penetrante, casi descarada de mirar...

     —¿Sabías que nunca tuvieron ropa propia? —dijo Mark—. Timmy heredaba la de Matt, y él la de la beneficencia.

     —Como la mayoría de estos críos.

     —Es posible —Otra vez esa seguridad total que no dejaba margen a nada más—. Pero estos están conmigo. Son dos críos geniales y voy a ocuparme de que tengan todo lo que hasta ahora no han podido tener.

     —Necesitan un padre y una madre, no dos caballos.

     Él asintió.

     —Cierto. Pero por una vez, los especiales son ellos. Son los únicos críos de ese salón con dos caballos.

     Y él, un tipo increíble.

     Mark sonrió como si le hubiera leído el pensamiento. —Pero si estás celosa porque a ellos les regalé uno y a ti no, eso ya es otro tema.

     La vio pasar a su lado en dirección al salón, meneando la cabeza con una sonrisa incrédula en su expresión. Sus ojos también sonreían cuando fugazmente se encontraron con los de él, y, con más ironía que incredulidad, le decían que no se hiciera ilusiones.



* * *


     Eran más de las siete cuando el último invitado se marchó, y la familia se trasladó al que evidentemente era su lugar preferido de reunión: la cocina, una estancia amplia que a pesar de haber sido reformada para aprovechar mejor la luz natural, seguía conservando un marcado estilo victoriano en el mobiliario. La charla amena, aderezada por las bromas de Jason y Gillian, continuó allí, pero sin Mark que se había llevado a los niños para que se bañaran.

     Si no fuera porque Shannon sabía por referencias, lo aficionado a los niños que eran todos los Brady, habría pensado que él se estaba marcando un farol. Cualquier mujer lo habría pensado: guapísimo, en la treintena y con toda la pinta de ser un hombre a la vieja usanza, verlo subir las escaleras con un niño de cada mano mientras les hablaba de "baño, no ducha rápida" y “orejas bien limpias”, resultaba una visión surrealista. Pero en aquel rancho poco respondía a la realidad tal y como el común de los mortales la entendía. Y en cuanto a Mark, tenía esa tan completa confianza en sí mismo que lo más probable era que le diera exactamente igual lo que las mujeres pensaran de él.

     —¿Cómo se te ocurrió dedicarte a los niños en acogimiento?

     Shannon volvió a la realidad. Era Mandy la que preguntaba, pero desde el principio había tenido la impresión de que era lo que se preguntaban todos. Por alguna razón, posiblemente relacionada con su juventud, se habían llevado una sorpresa al ver que ella sustituía a la señora Rutherford.

     —Me gusta pensar que por altruismo, pero la verdad es que hacía poco que mi madre había muerto cuando conocí a Chris Brown...

     Gillian que se disponía a beber un sorbo de café, volvió a dejar la taza sobre la mesa.

     —¿Esa Chris Brown? ¿La directora de Solidarios?

     Shannon asintió.

     —Estaba muy perdida y ella me dijo “podemos ayudarte, ven a verme cuando quieras”. Gracias a Dios lo hice. Desde entonces estoy con ellos. Van diez años ya, y espero que sean muchos más. Hacen un trabajo impresionante y ella es... Chris es —se encogió de hombros y sonrió—. No hay palabras para describir a esa mujer, así que como yo le suelo decir “es como a mí me gustaría ser de mayor”.

     —¿Colaboras con ellos? —preguntó Gillian, cada vez más sorprendida.

     —Sí, me encargo de adolescentes difíciles, pero los fines de semana estábamos formando equipos para organizar un campeonato de baloncesto... El entrenador se nos rompió una pierna esquiando en diciembre, así que ahora estoy pluriempleada...

     —¿Se lo has dicho a Mark? —preguntó Mandy—. Entrenó varios equipos infantiles, seguro que se apunta...

     ¿Y verlo en fines de semana también? Ni hablar. Por suerte, John la salvó de contestar.

     —No creo que pueda encargarse de eso ahora. Matt y Timmy le ocupan bastante tiempo, y además la primavera está a la vuelta de la esquina y eso significa más horas de trabajo.

     —¿Más? —preguntó Jason— Pero si ya dobla la espalda doce horas al día...

     Shannon se dedicó a su café. Se había hecho a la idea de que Mark era el típico hijo de ranchero acaudalado con un trabajo simbólico.

     Nada de lo que había visto hasta el momento encajaba con la imagen que tenía de Mark, excepto que continuaba siendo igual de guapo e igual de vanidoso.

     ¿O eran simplemente sus prejuicios? ¿Qué sabía de este Mark, aparte de que era su primer flechazo adolescente?

     Nada. De éste no sabía nada, ni quería saber.

     El de entonces era un capullo, eso lo sabía muy bien.

     Y lo recordaría siempre.

     Echó un vistazo a su reloj. Era hora de volver a casa y llamar a David. Tenía que resolver ese asunto de una vez.

     —Bueno, yo me marcho —dijo, poniéndose de pie—. Lo he pasado genial y los críos estaban locos de contentos. Gracias por ser tan buenos con ellos...

     —Gracias a ti, Shannon —dijo Eileen, dándole un abrazo que la tomó completamente por sorpresa.

     Gillian rió divertida. —Impresiona ¿no? La primera vez te deja grogui y después no puedes vivir sin sus abrazos...

     Shannon sonrió todavía algo violenta, y estaba a punto de acabar de despedirse de todos, cuando Mark reapareció en la cocina.

     —¿Ya te vas?

     Shannon lo miró de reojo. Él, de pie junto a la puerta, con las manos en los bolsillos de los vaqueros, la miraba con su sonrisa cautivadora.

     —Sí —hizo un gesto de adiós con la mano—. Gracias otra vez. Buenas noches...

     —Te acompaño —dijo Mark.

     —No hace falta.

     Shannon lo vio continuar camino hacia la salida como si no la hubiera oído y seguidamente, coger las cosas de ella del armario guardarropas del recibidor, abrir el abrigo de corderito y mantenerlo así, esperando a que ella se decidiera a darse la vuelta para poder ayudarle a ponérselo. Daba por hecho que ella esperaba y quería su galantería, era evidente.

     —Qué amable, gracias —dijo Shannon con una sonrisa amplia que naturalmente él no se creyó, y se volvió para que él cumpliera con su protocolo antediluviano.

     Mark le ayudó con el abrigo, esperó a que ella cerrara la cremallera y le dio su mochila. Cuando Shannon extendió la mano para coger el picaporte, él volvió a adelantarse.

     —Por favor —dijo, sonriendo seductor. Abrió la puerta para que ella pasara.

     Mark la vio respirar hondo, volver la vista al frente con la sonrisa cementada a la cara y salir al porche.

     Y tuvo que esforzarse por no soltar la carcajada.

     —Buenas noches, Mark —se despidió ella, y empezó a bajar las escaleras que conducían al camino de laja. Su coche estaba aparcado del otro lado de la verja del jardín, cerca de la puerta.

     —¿Quién es David?

     Esta vez fue ella la que continuó caminando como si no lo hubiera oído.

     Él sonrió divertido. Qué dura de pelar era aquella pelirroja.

     —Si me lo dices, te llevo a un concierto de Ken Bryan...

     Tampoco se dio por aludida. Se limitó a hacerle adiós con la mano sin volverse, subió al coche y se marchó.

     —Es guapa.

     Mark volvió la cara y miró a Jason de reojo.

     —Es preciosa —puntualizó—. Y es mía.

     —Vaaale, tío.

     Los dos se quedaron viendo los faros traseros del coche de Shannon hasta que desaparecieron en el recodo del camino que llevaba a la salida.

     —Le va Ken Bryan —comentó Jason, apoyándose contra la barandilla del porche—. ¿Vas a alisarte el pelo?

     Mark miró el camino como si Shannon aún siguiera allí y sonrió.

     —A esa pelirroja no le va Ken Bryan, tío —hizo una pausa tras la cual miró a su hermano con actitud desafiante—. Empieza a tener debilidad por el rizado natural.

     Jason asintió. No iba mal encaminado aunque...

     —Te va a dar guerra.

     —Ya lo sé —concedió Mark—. ¿Y tú, qué?

     —Como siempre.

     —¿Nada interesante en el horizonte?

     —Había algo bastante interesante hasta ayer pero creo que ha volado. Quería venirse conmigo —dijo con cara de está-loca-de-remate.

     —Gillian va a hablar con papá la semana que viene —Mark vio que Jason asentía. Ya lo sabía, claro—. El proyecto está muy bien, la verdad.

     —Lógico. Esa enana es un cerebrito. Podría ser un puntazo que fuera este rancho el que abriera camino con la producción ecológica.

     Si John Brady daba luz verde al cultivo ecológico en dos hectáreas de su rancho, la idea prendería en Camden. Como mínimo el resto de rancheros se interesaría por el tema.

     —Sí... Por otro lado, podríamos perder puntos con las semilleras y los laboratorios —dijo Mark, pensativo—. Y también están los costos de reconversión. Son altos.

     Ella dice que con los cursos de extensión universitaria que va a dar, amortiza casi el noventa por ciento los tres primeros años, pero ya conoces al viejo... Jason asintió.

     —Si papá dice que no por la pasta, me avisas ¿vale?

     Mark lo miró con cariño y asintió.

     —¿Qué tal estás para ir a ver un partido de baloncesto infantil? —continuó el quarterback.

     Mark enarcó las cejas. —¿Con la primera siembra a menos de dos semanas? —soltó una risa sardónica—. Como no sea mi doble...

     Jason se cruzó de brazos y bajó la mirada, sonriendo divertido.

     —Pena, porque hoy conocí a una pelirroja que entrena un equipo infantil los fines de semana... Precisamente el sábado que viene juegan su primer partido.

     —¿De qué estas hablando, tío?

     —Colabora con Solidarios desde hace diez años. Tu chica es una activista social, chaval... —dijo Jason, encantado al ver la sonrisa inmensa de su hermano—. Pensaba invitarte a que te vinieras con nosotros a remar un rato, pero me parece que vas a estar ocupado viendo baloncesto.

     Mark soltó la risa. Como para baloncesto estaba él.

     Aunque pensándolo mejor, con tal de volver a ver a aquella pelirroja, se apuntaría a un bombardeo.



© 2007. Patricia Sutherland







Primer amor,
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